Filosofía

1ºBachillerato A



Definiría la tristeza como una de las más importantes emociones básicas (que son el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa) de nuestra naturaleza humana; es el estado por el cual sentimos que nos falta algo esencial, algo que nos llene. Este vacío, que en dicho momento nos parece imposible de remediar, dura a veces unos minutos. La mayor parte de las veces la tristeza tiene objeto, otras aparece sin motivo alguno. Independientemente de esto, cuando la tristeza se alarga demasiado podemos hablar de que existe la depresión.


Ligado a la tristeza está el llanto, acto de uso exclusivo del ser humano (al igual que la risa), cuya historia se remonta al momento de nuestro nacimiento, una época en la que es imprescindible para captar las miradas de los adultos. De aquí podemos extraer que una de las utilidades más superficial y material de llorar es llamar la atención de los que nos rodean, una forma de exteriorizar nuestros sentimientos, ya sean positivos o negativos. Esta propiedad, esta virtud incluso, está sumamente infravalorada. Llorar es esencial en la vida de cualquier persona, y que se prohíba o sea un motivo para sentir vergüenza constituye algo antinatural. Todos, tanto las mujeres como los hombres, precisan de esta acción para desahogarse. Reprimir el lamento frustrado que lucha por salir de nosotros es, se crea o no, un error.


Hay otra cosa fascinante referida a la tristeza, una certeza que se hace más y más latente con el paso de los años de cualquier ente pensante (que no de cualquier persona), y esa cosa es la genialidad de las personas tristes. Estas personas taciturnas, solitarias, que han sufrido un grave suceso en sus vidas, o que simplemente han elegido tener una forma de vida basada en la negatividad, forman el grupo más increíble de artistas y



científicos de la historia. La tristeza nos concede una inspiración capaz de hacer funcionar nuestras mentes como jamás lo harían en un estado alegre. Este hecho confirma la tan famosa frase “Sólo los ignorantes son felices”, una afirmación totalmente cierta que se ve reforzada por lo que dice E.M. Cioran, que dedica un capítulo completo a la tristeza en uno de sus libros: “Solamente son felices quienes no piensan nunca, es decir, quienes no piensan más que lo estrictamente necesario para vivir”. Así pues los infelices (o tristes a ratos) pueden sentirse orgullosos de pertenecer a esa minoría con inquietudes e inconformismo que destaca.


Pero la tristeza, ese sentimiento tan repudiado por la humanidad, es en realidad un arma muy poderosa. Tiene una cara oscura: se puede fingir, y es a esto a lo que me refiero al nombrar el término arma poderosa, a que puede ser reproducida con falsedad, con el fin de causar pena en el receptor. Ante eso, Voltaire dijo con ternura: “¿Quiso acaso la naturaleza excitar en nosotros la compasión cuando vemos derramar lágrimas que nos enternecen , para inducirnos a prestar nuestro socorro a quienes las derraman?” En cambio, Schopenhauer, filósofo pesimista y misógino que he descubierto y estudiado en clase, contradice al filósofo francés: “Todo llorar es, en el fondo, un comportamiento egoísta […] El objeto último de nuestras lágrimas somos siempre nosotros”. Con esto último estoy muy de acuerdo, y para remediarlo propongo, por muy poco revelador que parezca, que intentemos llorar en soledad para así cubrir la necesidad sin perjudicar o influir en las personas que nos rodean, mitigando a la vez ese egoísmo del que habla el filósofo alemán.


El término “melancolía” me resulta también muy interesante. Indagando he descubierto que el sentimiento fue definido por Hipócrates como la bilis negra del organismo, de ahí la palabra melancolía: “melas” (negro) y khol (bilis).



Es el momento en el que la frase “Estoy triste” se convierte en “SOY triste”. La tristeza se torna en costumbre, en una adicción que alimentamos constantemente para hacerla más profunda. ¿El motivo? El ser humano es adicto a los sentimientos, y si cuando somos felices y nos divertimos siempre queremos más y más, con la tristeza la norma no cambia; es curioso que cuando estamos en ese estado melancólico nos apetezca escuchar sólo música deprimente, que no queramos salir con nuestros amigos para evadirnos levemente de la realidad y que nos limitemos a encerrarnos en nuestra casa, encerrándonos a la vez en nosotros mismos… como si sufrir nos agradara.



El método más seguro de acabar con este vicio es el sugerido por Kant: no concedamos una excesiva importancia ni a las cosas que nos afectan ni a nosotros mismos. Y sobre todo, y lo digo por experiencia propia, no permitamos que se adueñe de nosotros la añoranza. Intentemos mantener la felicidad y plenitud del momento, conservemos y repitamos todos esos pequeños instantes de alegría que hacen de nuestra vida un poco más llevadera, porque no hay nada más triste que un recuerdo feliz.



Por María M. Rodríguez Sánchez

4 comentarios:

Sabes, me has dado un punto de vista mejor esclarecido, porque me inquietaba mucho el motivo de
" ser triste " ; además me siento tonto por el comportamiento inmaduro y desinformado que tenía sobre ser triste, creyendo que era algo sin razón o que sólo estaba ahí. Y nunca lloré por tristesa ni solo ni acompañado, pero creo que eso me afecta ahora, soy un alumno de segundo semestre de bachillerato
y lo que me falta es estímulo para decidir, por eso soy triste
(estoy consciente de que mi come ratio no está muy elaborado)

nice

siempre fui una persona amante de la soledad, de la oscuridad y del silencio. la tristeza un gran sentimiento que siempre estuvo a mi lado, fiel compañera de la cual termine por enamorarme .

La tristeza puede ser el refugio de muchos, a algunos solo les queda eso, la tristeza. La tristeza siempre ira ligado o conectado a algo. La tristeza puede ser el peor enemigo de algunos, caemos ahí, pero a la vez solemos quedarnos ahí, como si fuera cómodo. La tristeza puede ahogar una vida si no se controla. Diría.

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