Filosofía

1ºBachillerato A

LA NATURALEZA DE LA OSCURIDAD


“Los frutos prohibidos son siempre los más dulces. Entonces ¿por qué están prohibidos?”

Si contestase a esa pregunta habría encontrado la proverbial aguja en el pajar, ya que habría definido de una vez por todas que eso que llamamos “maldad”, de la que unos tanto huimos y renegamos, y otros presumimos de abrazar. Pienso encontrar esa aguja, aunque tenga que tragarme toda la paja.

Comúnmente, por maldad se define todo aquello que causa una intensa reacción de rechazo y censura en los seres humanos, y precisamente por eso es tildado de “malvado”. Pero ¿por qué experimentamos esa reacción ante actos malvados? Los orígenes de esta son diferentes para cada ser humano, puesto que dependen de la concepción que este haya desarrollado sobre la vida (concepción obtenida mediante la educación, de las circunstancias y capacidades personales, y sobre todo de las experiencias). De esta “concepción vital” surge la moral (única para cada individuo) que divide las cosas en buenas y malas, y lo hace por necesidad. Los humanos necesitan esa dicotomía “bien-mal” para existir. ¿Y eso por qué?

SOBRE LA NATURALEZA HUMANA

La única diferencia que hay entre un ser humano y cualquier otro animal del planeta es que el primero no sólo vive en una escala física, donde come, duerme, copula y demás; también vive en una escala mental, vive en su “concepción vital”. Lo que hace a un ser humano tal es dicha concepción. Esta le permite alcanzar, por un camino o por otro, el requisito necesario para existir plenamente: la felicidad. Dividiendo las cosas en buenas y malas, el ser humano construye su propio concepto de felicidad (y de infelicidad, que surge como un mero residuo del primero: “lo que no me hace feliz, por ende o me es inútil o me hace infeliz”), y puede vivir satisfecho en un mundo cruel y vacío, donde además de cumplir con los objetivos de supervivencia y perpetuación de la especie define el mundo a su alrededor, lo reescribe y reconstruye para que agrade a sus ojos y su corazón. ¿Es esto una nueva revelación? ¡No, muchos ya llegaron a ella antes que yo: escritores que creían, que sabían, que la vida es un sueño; griegos que se aferraban a su concepto del bien como a un clavo ardiendo; chicos malos que decían que la mejor concepción vital era la que más se ajustase a la cruel realidad, puesto que esta curtía al hombre!

Después de formar su moral interna, fruto de su concepción vital, el ser humano es auténticamente íntegro e insustituible: se reafirma en el mundo y se impone a él como ya hizo el Übermensch (por hacer otro giño a Nietzsche). Sabe perfectamente que sus ideas sobre el bien y el mal no son más que un mero producto de sí mismo; por tanto no encadenado a ellas y puede remodelarlas cuando las circunstancias (o la fortuna) lo exijan. Y siempre está dispuesto a responder de su bondad y su maldad, ya que al aceptar estas posee un sentido de la responsabilidad que no abunda, e incluso aterroriza hoy en día.

Esto plantea una inquietante pregunta… si el concepto de la maldad es único para cada ser humano ¿Por qué estamos todos lastrados a un concepto común de maldad? ¿Por qué no existe esa utopía moral que debería nacer de la mezcla de seres únicos y fuertes ante el mundo? La respuesta es tan sencilla como insultante: porque vivimos en la sociedad en la que vivimos. La sociedad mediocre.



El ser humano vive en sociedad; esto es un hecho indiscutible, pese a quien pese. La sociedad es una de las mayores armas que poseen los humanos. Es un factor importantísimo en su concepción vital; la mayoría de nosotros ni somos conscientes de lo mucho que influye en esta. Aparte, es una herramienta insustituible de supervivencia. Pero es sólo eso: una herramienta. Si nos independizamos de nuestros padres al estar preparados para vivir por nosotros mismos ¿Por qué no desprendernos de nuestra sociedad al estar preparados para ser seres únicos? ¡Ah, pero recordemos que la nuestra es una sociedad mediocre! ¡Nunca nos permitirá abandonarla, ni a ella ni a sus ideas, para vivir nuestra propia vida, sino que es una criatura voraz que necesita alimentarse de las criaturas que alberga para seguir viva (al igual que la naturaleza)! ¡Esta es la verdadera raíz de la mediocridad, la negación de nosotros mismos!

SOBRE LA MALDAD HUMANA

El error primigenio, la manzana envenenada que ha envenenado al mundo, a la mente y el corazón humanos, es el hecho de pensar que estamos exentos de las leyes de la naturaleza. Para que unas criaturas sobrevivan deben alimentarse de otras. El ser humano no es ninguna excepción; se ve cómo mata animales para su sustento y su defensa, destruye plantas y bosques para asentarse o para alimentarse también… todo para sobrevivir. Pero no nos olvidemos de que la peculiaridad humana es la existencia en dos mundos: el biológico y el suyo, ¡y este último tampoco está exento del Darwinismo!

El ser humano construido plenamente sobre los cimientos de su naturaleza (como exponía en el apartado anterior) es un ser poderoso, admirable y temible, todo a la vez. No tiene reparo en imponerse a los demás y en conseguir lo que quiere a expensas de otros, sea consciente de ello o no, porque como hemos dicho siempre está dispuesto a responder de sus actos. Esto, a ojos de los demás, es un acto MALVADO. ¡¡Esta es la raíz de la maldad, el imponerse sobre otros!! ¡Pero no es visto como algo malvado por nuestra parte (para eso hace falta una gran empatía, y hoy en día es un bien sumamente escaso) sino por la de aquellos a quienes nos imponemos! Y estoy hablando de imponerse en todos los sentidos. Todos.

Y ahora que he hallado el origen del concepto de maldad (¡y el de bondad también, si nos damos cuenta! Todo acto que ayuda a otros a cumplir sus objetivos; si es incondicional mejor. ¡Al igual que en el caso de la felicidad, su opuesto ha sido hallado por añadidura!), hallaré el del deseo de maldad gratuita, que es la maldad como se la entiende hoy día, no como la entiendo yo.

Antes he dicho que la raíz de la mediocridad era la negación de nosotros mismos, y nuestra supeditación a algo externo. ¡El mundo de hoy en día vive a través de lo externo! No tenemos vida propia, y por eso vivimos a través de la de los demás, dependiendo así de ellos. Esa es la base sobre la que se construye toda sociedad hoy en día, a pequeña, mediana y gran escala. La sociedad mediocre, una vez más…

Cuando un ser humano mediocre (un títere mecánico) sufre contacto con un alguien superior a él, en diversos aspectos cuando no todos, experimenta el resentimiento, envidia y odio más profundos “¿Cómo se atreve ese bicho raro a sobresalir por encima de lo que es normal? ¿Cómo es posible que exista semejante oveja negra en nuestro mundo perfecto? ¡Debe ser destruido, por el bien de todos y por el suyo propio, pero sobre todo por el mío!” Así piensa el títere mecánico. Es un ciego que quiere arrancarte los ojos. ¡La gente inteligente siempre ha sido antisocial, puesto que vivimos rodeados de esas marionetas; nos acechan hasta en nuestra cama, disfrazadas de nuestros aliados!

Pero ¿de dónde sale este gemelo malvado de Pinocho, con el que muchos por desgracia nos identificamos en ocasiones, algunos más de lo que les gustaría y otros esperando sentir ese sentimiento de destruir? El Darwinismo destruye a quienes no están preparados para él en el mundo biológico, pero en el mundo humano no. Estos se acumulan progresivamente, en un tierno homenaje a Diógenes, reuniendo fuerza suficiente para resurgir y volver a construirse a sí mismos. ¡Pero no por ellos mismos, sino vía los otros! Este es el origen de la famosa “masa” a la que tanto se le echan las culpas de todo. Al negarse a sí mismos, se convierten en aberraciones de lo humano, hasta el punto de que ya no son “ellos mismos”. Transforman su identidad, mezclándose con quienes son como ellos, y dominando el mundo.

Pero más que el origen de la masa en sí, me interesa el origen de su maldad. Sus cuatro jinetes son:

-Su propia moral: Esta les permite diferenciar entre lo que les es bueno y malo. Es común a todos.

-Su sociedad: La masa identifica lo que le es bueno con lo “bondadoso” y lo que le es malo con “malvado”, e impone ese listón a cuantos le rodean. Es harto difícil resistir a la influencia de este factor. ¡Que no imposible! Basta con aplicar lo que expongo en la primera parte de mi ensayo.

-Su debilidad: La frustración y el remordimiento por ser incapaz de estar a la altura de sus propias expectativas, y de ver como otros alcanzan las suyas, les obliga a bajarlas hasta poder saltarlas; hasta que una tortuga pueda saltarlas. ¡Después, un poquito de fórmula moral-social, y obtenemos las más altas expectativas! ¡Destruyamos lo demás, puesto que insulta a nuestros altos ideales! ¡Altos para nosotros, que no para ellos, puesto que su ceguera les impide comprender más allá de sus narices…!

-El amor: La más poderosa de las fuerzas que rigen al mundo humano, después de la muerte. Los humanos somos seres sedientos de amor, algunos somos adictos a él como a la más dura de las drogas. Se puede vivir sin amor y sin amar, pero entonces ya no hablaríamos de un humano, sino de otra cosa. ¡Pero no todos los tipos de amor merecen la pena! ¡Hay demasiadas lecciones que no vale la pena aprender, y uno de las grandes debilidades de los verdaderos malvados es su incapacidad de entenderlo!

Con estos cuatro ingredientes, obtenemos el deseo primigenio de maldad, entendido por el mundo normal y entendido por mí. Se dan raros casos en los que no hace falta una masa para que un individuo reúna estos requisitos. Esto complicaría mucho las cosas a la hora de calificarlo de malvado, puesto que respondería al “ser humano construido a sí mismo” ¡PERO TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA!

CONCLUSIÓN

No existen ni el bien ni el mal. Sólo existe la felicidad, y aquellos demasiado débiles o demasiado desafortunados para obtenerla. Pero nada sucede por sí sólo: el destino atroz y los instintos destructivos a los que culpamos de nuestras desdichas somos nosotros mismos. Todo es nuestra responsabilidad.

¡Sed egoístas, sed ambiciosos, sed astutos y golosos, no temáis buscar vuestro placer, descubríos! ¡Y dejad que los otros obtengan su felicidad y su identidad como quieran, más no os inmiscuyáis en su vida a menos que ellos os inviten! ¿Qué os importan a vosotros ellos, mientras os dejen hacer lo vuestro? ¡El mundo está por debajo de vosotros, no merecen ni la percatación por vuestra parte de su existencia!

¿Es esto realmente cruel y malvado, o es un acto de bondad para con aquellos que buscan su felicidad?

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